Mariana (nombre ficticio) tiene catorce años y sueña con cambiar el color de sus ojos. Le gustaría que sus ojos oscuros como aceitunas se volvieran azules. Ni siquiera las lentes de contacto de colores le sirvieron, dándoles solo un tono grisáceo. A la joven le gustaría que su nariz fuera más pequeña y que su largo cabello ondulado se volviera liso. Sufre diariamente por no corresponder al ideal que le gustaría ser.
La adolescencia es un período en el que el descubrimiento del “yo” se revisa y actualiza como consecuencia de varios cambios. Cambios biológicos de un cuerpo que se transforma para alcanzar la madurez. Cambios cognitivos de una mente que tiene dificultades para controlar los impulsos y que siente que está siendo observada constantemente, la famosa “audiencia imaginaria”.
Cambios emocionales, ya que los jóvenes reclutan más rápidamente la amígdala para interpretar las emociones, siendo más propensos a percibir ira o agresión incluso cuando estas no existen. Cambios sociales en los que los amigos, los pares, se convierten en la principal fuente de influencia y, para integrarse, los jóvenes se apropian de características del grupo como la forma de vestir o el lenguaje.
Mariana (nombre ficticio) tiene catorce años y so
La mayoría de las familias ve la adolescencia como el período que genera más temores, sobre todo debido a los ajustes que el núcleo familiar hace en respuesta a las transformaciones abruptas de esta etapa del desarrollo.
En las redes sociales impera la imagen, “vale más que mil palabras”, y por eso debe ser perfecta. Se eligen los mejores ángulos, se hace el mejor peinado, se viste la mejor ropa, se aplican filtros para encuadrar y embellecer. Se “recorta” lo que no interesa, se corrigen las imperfecciones del rostro o del cuerpo, se disimulan las ojeras, el acné y los kilos de más. Se hace todo lo posible para obtener el mayor número de “me gusta”.
Actualmente se sabe que nuestro cerebro reacciona a los “me gusta” de una publicación liberando dopamina, que activa rápidamente el “sistema de recompensa”, un circuito que procesa la información relacionada con la sensación de placer y que busca la repetición del comportamiento.
Así se explica la “necesidad” de hacer nuevas publicaciones y la búsqueda de más “me gusta”. Los adolescentes (y no solo ellos) están constantemente comparándose con los demás. En lo que respecta a la imagen corporal, las chicas parecen ser más vulnerables a las comparaciones, corriendo el riesgo de disminuir la percepción que tienen de sí mismas.
Los adolescentes se comparan con representaciones idealizadas de sus pares, sin percatarse de que las representaciones en línea de sus amigos no siempre corresponden a sus versiones reales. Las imágenes perfectas son inalcanzables y se hacen comparaciones con un ideal imposible, lo que conduce a una evaluación negativa de uno mismo.
Las investigaciones advierten que la exposición a contenidos relacionados con la imagen corporal, tanto a nivel publicitario como en redes sociales, parece aumentar el riesgo de desarrollar insatisfacción corporal. Desafortunadamente, esta influencia no es inocua, ya que la literatura revela que una autoimagen negativa está asociada con problemas en las relaciones con los demás, bajo rendimiento escolar, sentimientos de incompetencia para realizar ciertas actividades de la vida diaria y, finalmente, sentimientos de infelicidad y autodesprecio que invaden a la persona por completo.
El mundo virtual permite, por un lado, que los jóvenes se expresen y tengan voz, pero también constituye un espacio donde se dicen las palabras más crueles. Detrás de una pantalla se escribe lo que nunca se osaría decir en voz alta en un contexto cara a cara. La distancia lleva a desconectarse del impacto emocional de las palabras sobre el otro y se hacen comentarios negativos basados únicamente en características corporales: el “bodyshaming”. En las redes sociales raramente se comparte vulnerabilidad, aburrimiento, incomodidad, frustración o fracaso, como si la vida estuviera solo compuesta por momentos idílicos o de bienestar, al igual que la perfección de las imágenes del “cuerpo ideal”. Casi como si todos debieran tener el mismo tipo de cuerpo.
¿Qué podemos hacer como padres?
Ayude a los jóvenes a entender que para poder tener experiencias en línea es fundamental tener experiencias fuera de línea. Sin duda, el camino no es privar a sus hijos del mundo virtual adoptando una postura fundamentalista, sino ayudarlos a tener experiencias reales. Los jóvenes que solo viven en un “mundo virtual” están siendo privados de un conjunto de vivencias y oportunidades. Los adolescentes tienen un cerebro en desarrollo que requiere experimentar para desarrollarse de manera saludable. Incentivar a los jóvenes a practicar un nuevo deporte, hacer voluntariado, asistir a un campamento de verano es mucho más que “mantenerlos ocupados”; es brindarles la oportunidad de desarrollar habilidades personales y sociales como saber conversar, saber esperar su turno o aprender a regular sus emociones. Además, se sabe que un factor protector para los adolescentes es pertenecer a varios grupos de pares distintos, ya que si hay una situación o comportamiento inadecuado en un contexto, tendrán relaciones alternativas y no quedarán atrapados en relaciones difíciles por miedo a la soledad.
Haga que su hijo se sienta amado desde temprano, independientemente de sus talentos o habilidades. El discurso debe estar lleno de afecto y no de críticas constantes. Corregir el comportamiento inadecuado es fundamental, ¡pero la crítica continua destruye y debe evitarse! Una crítica tiene más impacto que un elogio, por eso hay que prestar atención a la proporción de palabras que les decimos a nuestros hijos.
Sea un modelo de comportamiento para sus hijos. Los jóvenes aprenden con el ejemplo y tendrán más probabilidades de filtrar lo que los rodea si tienen la oportunidad de observar a los adultos significativos tener un “espíritu crítico” y expresarlo de forma adecuada.
Ilustrações do livro "Tutto Cambia!", de Sarah Savioli, Kalina Muhova, Feltrinelli 2021